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Los secretos de la luna

Autor: Jaquie Bustamante
2 de enero de 2019

Vemos la luna y damos por hecho que es algo inherente a nuestra existencia.

Hay en torno a ella cultos, celebraciones, cuentas de calendarios y teorías relativas a su origen.

La ciencia no ha logrado afirmar con certeza cuál es el origen de la luna ni su función. Robin Brett, científico de la NASA, declaró que resultaría más fácil explicar la no-existencia de la luna que su existencia. Esto se debe a una serie de datos que siguen siendo enigmáticos y las teorías planteadas hasta la fecha por la física no responden satisfactoriamente a las dudas sobre su composición y sus características.

Se ha llegado inclusive a especular que su origen haya sido sobrenatural, implantada en ese espacio por algún tipo de inteligencia superior, puesto que como satélite “natural” presenta irregularidades: su tamaño, ya que es proporcionalmente enorme comparada con los satélites de otros planetas, además de ser más grande que Plutón; su edad, ya que se han datado rocas lunares con mayor antigüedad que la de la Tierra misma; o su composición química, sorprendentemente similar a la de la Tierra pero en la que se ha registrado la presencia de elementos como uranio o plutonio que no se encuentran en fuentes naturales ya que surgen como desperdicios de actividad nuclear.

Por su densidad, menor a la de la Tierra, se piensa que la luna es hueca. En 1969, la NASA causó un impacto nuclear en su superficie para estudiar ahí el comportamiento de las ondas sísmicas. Para sorpresa general, la luna se mantuvo resonando como campana durante una hora y se dijo que su reacción podría compararse a la que hubiera registrado un cuerpo de goma, tras permanecer ondulándose aún después de varias horas.

La hipótesis científica más reciente sugiere que tanto la luna como la Tierra pudieron haberse desprendido de un mismo objeto planetario que al registrar actividad giratoria en su interior hubiera entrado en violentas colisiones internas. El objeto, cuya existencia está aún pendiente de comprobar, ha sido bautizado como sinestia por los dos investigadores de Harvard que a mediados del 2018 postularon esta teoría.

 

Las especulaciones tanto científicas como no científicas sin duda nos despiertan interrogantes. Sin embargo, es un hecho que la influencia de la luna es indisociable de la vida tanto en nuestro cuerpo físico como en el de nuestro planeta. Su presencia genera condiciones determinantes para los ritmos y ciclos de la tierra, lo que hace evidente la importancia de los cuerpos astrales para la vida terrestre. La inclinación del eje orbital de la Tierra, que define la duración de los días, el movimiento de las mareas y la forma en que se manifiestan las estaciones a lo largo del año, tiene una relación estrecha con el satélite.

En el plano de lo simbólico, la luna como contraparte del sol nos remite a un culto del equilibrio. Salvo excepciones, se le ha asociado con la energía femenina en múltiples culturas a lo largo de nuestra historia, contrastando con la energía masculina que se le atribuye al sol.

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