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¿Qué es el útero?

Autor: Jaquie Bustamante
14 de noviembre de 2017

El útero es, desde muchas perspectivas, el principal órgano del sistema reproductor y sexual de las mujeres.

El lugar que ocupa en el cuerpo es un espacio del que emana una poderosa energía de poder personal, además de servir, mecánicamente, como un centro gravitacional.

Es un órgano con características únicas ya que su función es la gestación. Su forma de pera vertical, tal como la hemos conocido a través de las ilustraciones, dista mucho de la realidad, pues está inclinado hacia el frente, el fondo se puede ubicar por arriba del hueso púbico y su entrada, conocida generalmente como cérvix, es palpable al introducir los dedos por la vagina.

El útero mide entre siete y once centímetros de alto, cinco de ancho y entre tres y cuatro centímetros de grosor. Es un músculo con la capacidad de expandirse y retraerse en todas direcciones gracias a sus fibras horizontales, verticales y diagonales que le permiten llegar al tamaño de una o dos sandías y después retornar a su tamaño de pera. Está suspendido dentro de la vasija que forman los huesos de la pelvis a través de varios ligamentos.


Al útero lo nutren e irrigan dos arterias, cuya importancia puede medirse, además, por el hecho de que establecen en él un pulso propio que podemos sentir si nos lo proponemos, ejercitando nuestra sensibilidad y atención.

Desafortunadamente, nuestra percepción de él suele afirmarse durante los calambres o cólicos asociados a la menstruación, incomodidad que disminuye nuestras relaciones positivas con este importante órgano. Sin embargo, reconocerlo como un espacio de creación no sólo de hijos, sino de bienestar y proyectos, es una posibilidad que surge al ponernos en contacto con él desde la reconciliación con nuestro cuerpo y sus ciclos, como el de la menstruación.

En ésta, la milagrosa capa regenerativa del útero llamada endometrio se desprende al no haber fecundación, dando origen a una nueva oportunidad de dar vida.


A pesar de que el útero tiene una naturaleza móvil, elástica y latiente se ve afectado por nuestras emociones, pensamientos y ciertas formas femeninas de percibirnos. Al igual que pasa con nuestro corazón emocional, este órgano suele  responder ante el dolor, el sufrimiento, el estrés, la desidia y la falta de descanso desarrollando corazas para protegerse. A través de la acumulación y saturación de situaciones extremas como éstas, pierde características que generan diferentes trastornos menstruales, de fertilidad y de su potencial para liberar lo que se requiere en cada ciclo. Pierde asimismo la capacidad de producir placer, ya que el útero, como órgano involucrado en la subjetividad psico-erótica, permite experimentar orgasmos y responde al éxtasis pulsando y abriendo su cuello para recibir información estimulante como, por ejemplo, un torrente de semen.
El útero es considerado un segundo corazón y también un cerebro ya que, en el sentido metafísico y energético, en sus tejidos guarda las memorias de nuestro linaje y esencia, lo cual se manifiesta a través de las células madre presentes en el endometrio en caso de conseguir un embarazo. Se le considera también, tal cual, un transductor de energía que actúa en conexión con la madre tierra para crear, gestar y parir sueños y proyectos.
En su cuerpo, en la parte superior, surgen a cada lado dos ramas, las ramas uterinas o trompas, a través de las cuales se establece comunicación con los ovarios, cuyos efectos hormonales producen la transformación del útero. Al final de cada rama se encuentran las fimbrias, semejantes a manos o flores receptoras al final de los brazos uterinos que cachan el óvulo maduro durante la ovulación y son los responsables de albergar la fecundación como puente al que llega la luz. En este proceso, el ovario responde nutriendo el lecho del endometrio de manera propicia para que el óvulo fecundado se implante dentro del útero.
Acaso comparable con una planta industrial de alta tecnología, el útero cobra día con día mayor importancia en el proceso de sanación de muchas mujeres, pues a partir de la rememoración de la sabiduría ancestral que se mantiene en nuestro linaje recuperamos la fuerza y al mismo tiempo nos reconectamos con la esencia del alma femenina, conexión entre ciclos divinos, universales y terrestres.

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